Seguro que ya has escuchado en mil sitios eso del Slow Life pero ¿sabes lo que es realmente? Y mejor aún, ¿sabes que puedes aplicarlo a la decoración de tu casa?
Lo primero, aclarar que el Slow Life no es una moda sino un movimiento, una forma de vida que surge como respuesta al ritmo de vida actual que nos aboca al estrés. De hecho, se cuenta que se inició en Roma como protesta a la apertura de un McDonald’s en la Piazza di Spagna, donde nació la organización Slow Food contra la estandarización de la gastronomía.
En la actualidad, Slow Life supone una filosofía de vida basada en la desaceleración con el fin de vivir el momento presente y disfrutar plenamente (y conscientemente) del ahora. Desacelerar el ritmo para conceder tiempo a actividades placenteras y que nos hagan felices. Vamos, lo que he hecho yo viniéndome a vivir al pueblito.
En este sentido, un entorno agradable que aporte sensación de paz y tranquilidad es un gran aliado. Por ello, el espacio en el que vivimos es muy importante. Pero claro, no todo el mundo puede liarse la manta a la cabeza mudarse así que la alternativa es llevar el Slow Life al interior de tu casa. El hogar tiene que ser un espacio armónico y equilibrado para relajarnos. El escenario perfecto para (re)conectar con nosotros mismos y también para conectar con los demás y favorecer la relación armónica de los miembros de la familia. Ahí nace el Slow Deco.
En primer lugar, lo más importante es crear espacios armónicos que transmitan la sensación de equilibrio y paz. En este sentido, la distribución espacial y el orden son fundamentales. Espacios despejados que faciliten el recorrido, que debe ser fácil y práctico; ambientes que fomenten la relación de los miembros de la familia y que permitan el desarrollo de distintas actividades tanto reunidos como con cierta individualidad. Crear zonas que inviten a la reunión y la conversación. Y si tu vivienda tiene pocos metros, se pueden configurar espacios flexibles que permitan distintas funciones y se adapten a las necesidades.
Otro punto fundamental en la Slow Deco es la luz natural. Tenemos clarísimo que es muy beneficiosa para nuestra salud y hace nuestro entorno más agradable por lo tanto, es imprescindible favorecer la entrada de luz natural en nuestra vivienda. Algunos recursos nos pueden ayudar como por ejemplo: desarrollar espacios despejados y no obstaculizar el paso de la luz con divisiones o mobiliario, utilizar textiles livianos para cortinas o estores o incluso colocar espejos en sitios estratégicos para reflejar la luz natural y, al mismo tiempo, duplicar los espacios.
Así mismo, conviene destinar las zonas más luminosas de la vivienda para aquellas tareas que lo requieran. Por ejemplo, crear una zona de trabajo o un rincón de lectura junto a la ventana.
Siguiendo con la luz natural, si tu vivienda tiene espacios exteriores, aprovéchalos al máximo para conectar con la naturaleza y disfrutar del aire libre. Ya sea jardín porche, terraza o un pequeño balcón…no los descuides; trátalos como un espacio más de la casa para que se conviertan en una confortable zona abierta.
Además, rodearnos de plantas naturales nos ofrece grandes beneficios ya que depuran el aire y aportan frescura. Y encima, son muy decorativas. Por tanto, no lo dudes: llena tu hogar de plantas. Cuidar de ellas se puede convertir, además, en un hobby muy agradable y relajante.
No sé si os pasa como a mi que, en cuanto oigo hablar de la Slow Deco, me vienen a la cabeza imágenes de lino, madera clara, mimbre y beige. Mucho beige. Y sí, para una decoración relajante y luminosa, lo ideal es optar por colores neutros y tonos claros. Pero ya sabéis que una de mis pasiones es el color y no podría renunciar a él ni por de este movimiento así que, la propuesta cromática la vamos a completar incorporando otros colores en su versión más suave como verdes, azules, rosas empolvados etc. Igual de relajante, pero un poquito más alegre 😉
En cuanto a los materiales a utilizar, la Slow Deco sugiere una apuesta por la sostenibilidad más que necesaria, que podemos empezar en nuestro propio hogar, utilizando materiales naturales y sostenibles como madera, piedra, ladrillo, pinturas ecológicas y barnices al agua. En cuanto a los textiles, se deben evitar los sintéticos en favor de tejidos naturales como lana, lino, algodón y yute y tejidos orgánicos que son saludables y, además, minimizan las alergias.
Por último, y no por ello menos importante, sería perfecto disponer de un espacio para el relax y la desconexión. Cada uno sabe como logra desconectar. Yo, por ejemplo, le dedico mucho tiempo a mis plantas y al bricolaje y tampoco me puede faltar un rato de lectura justo antes de dormir. Sea cual sea tu fórmula, resérvale un rincón especial.
Crea ambientes agradables y reconfortantes. Tienes muchos aliados para propiciar escenas sugerentes. La iluminación, por ejemplo, es un aspecto importante. Se puede regular la intensidad de las luces artificiales para crear el clima adecuado y también incorporar velas que, además, pueden aportar aromas sensoriales.
Y, por cierto, la desconexión también incluye la desconexión tecnológica. La tecnología es muy práctica y nos facilita mucho la vida, pero desconectar de vez en cuando también es saludable.
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