Paseando por las calles de la ciudad mexicana de Mérida, descubrimos varias casitas muy estrechas. Aunque los muros de sus fachadas llevan ahí más de un siglo, estas viviendas no siempre fueron así: a principios del siglo XX, juntas conformaban una casona, que fue dividiéndose en otras más pequeñas hasta el resultado actual. Hoy entramos en una de ellas, Casa Lorena, una casita con una fachada rosa de 4,5 metros de ancho y un interior de 125 metros cuadrados que el estudio de arquitectura Workshop acaba de reformar.
Reforma con alma
Al entrar, lo primero que encontramos es un salón, con las paredes en rosa y un techo de 5 metros de altura «que aún conserva sus vigas Decauville traídas desde Francia en la época henequenera (a finales del siglo XIX y principios del XX las haciendas de esta zona se dedicaban mayoritariamente al cultivo de henequén o sisal) y que fueron parte del sistema constructivo de ese período, junto con las viguetillas de madera», explican los arquitectos.
Estas vigas, de color azul, hacen juego con las tonalidades del suelo en cerámica que continua a traves de un gran arco hasta la cocina en la que se incluyó una isla central de cuarzo blanco y que continúa, por medio de unas puertas de cristal templado ancladas a los antiguos marcos de madera hasta un porche de madera con un comedor exterior perfectamente equipado: esto genera visuales hacia los jardines y permite el paso de la iluminación natural. Y esa era justamente la clave del proyecto, la integración del exterior con el interior y de lo antiguo con lo moderno.
Afuera, un tejadillo de madera de zapote reutiliza las tejas de Marsella que los arquitectos encontraron en la propiedad y protege el comedor exterior, desde donde se observa el patio y el otro extremo de la casa, en una de las vistas más atractivas de la residencia.
Ese patio central separa la zona más pública, con salón, cocina y comedor, de la más privada, donde se encuentran los dormitorios y el baño. En este espacio exterior, los arquitectos han dejado las paredes desnudas para poder ver su historia y han creado un oasis con vegetación tropical y una pequeña piscina que aprovecha perfectamente el espacio del patio.
Paraíso interior
La casa tiene dos dormitorios: a uno de ellos se accede a través de una escalera, y el otro está en la planta baja. La entrada de este segundo dormitorio, el principal, la marca una tarima de madera en la que se ha instalado una pequeña zona de estar bajo una palmera. La habitación está decorada de una forma muy relajada, con azules, amarillos y verdes muy suaves y toques de madera. Cuenta con un baño propio en el que los arquitectos han ideado un patio interior para tener ventilación y luz natural.
“Esta zona tiene con una volumetría moderna y dinámica que se presenta con un juego de cubos a diferentes alturas y con diferentes funciones”, aseguraron los arquitectos de Workshop. Cuenta, además, con acabados de chukum con tintes azules, y está rodeada por la vegetación tropical de la pequeña piscina. La convergente escalera de cemento blanco y las jardineras colgantes conducen al segundo dormitorio, que tiene la misma espacialidad de la recámara del primer nivel.
El área privada de la casa cuenta con dos habitaciones. La principal se encuentra en la planta baja y se accede a ella a través de un deck de madera; cuenta con un pequeño cubo de ventilación que se comunica con el baño, para lograr una sensación de amplitud.
Para el estudio, «Casa Lorena es un pequeño oasis dentro de la ciudad, nos cautiva con su historia y sus texturas, y nos enamora con sus colores pasteles, transportándonos al pasado y a una época más sencilla».